¿Ladrón por causas genéticas?


El otro día participé en una conversación en la cual se tocó el tema de la homosexualidad. Y como era de esperarse, el texto en 1 Corintios 6:9–10 sirvió de referencia, aunque esta reunión no era precisamente un estudio bíblico.

La clásica pregunta surgió: "¿Qué harías si una persona de orientación sexual diferente llegara a tu iglesia?". Y la respuesta usual —al menos la que debería ser usual para cualquier cristiano— fue: "Hablarle de Cristo; presentarle el mensaje del Evangelio, el cual lo confrontaría con su pecado —todos sus pecados, no solo uno— y le brindaría esperanza de perdón y salvación".

Y continuó la plática, que se tornó en discusión con preguntas y argumentos alrededor de temas como la aceptación en la comunidad, la participación en las actividades, la "evidencia científica" de que la homosexualidad existe por causas genéticas —lo cual no tiene respaldo—, e incluso, alguno sugirió que el bautismo y la participación en la cena del Señor y el liderazgo (dirección, enseñanza, etc.) serían posibles para una persona practicante habitual de la homosexualidad. A pesar de explicar que llamar pecado a lo que la Santa Biblia llama pecado, no es ni odio ni discriminación, pareció no haber cambio alguno en la comprensión de que el punto era que no hablábamos de un comportamiento "neutro", sino de una ofensa al Señor.

Pero opté por hacer algo que en estas conversaciones suelo hacer: tomé al mismo sujeto imaginario, Fulano de tal, y les pedí que olvidaran su orientación sexual. Ahora, Don Fulano era un ladrón defraudador, de quien todos conocíamos su historia y su forma de vida actual —y ninguno de nosotros creería que era ladrón por causas genéticas, ¿o sí?—. Encima de todo, Fulano de tal había sido ya confrontado con su pecado al mostrarle en la Palabra de Dios que robar y defraudar era pecado, pero él, argumentando que esa era la forma de vida y sustento que Dios —el suyo, por supuesto— le permitía tener, pues no pensaba que fuera pecado y por lo tanto, no había necesidad de arrepentirse. Entonces pregunté: "¿Fulano de tal podría ser bautizado? ¿Lo establecerías como maestro en la Escuela Dominical o le confiarías la Tesorería de la Iglesia?".

"Milagrosamente", todos estuvimos de acuerdo en la negativa.

El pecado es heredado desde Adán, pero nuestros pecados no son cuestión de genética. Así que no se trata de discriminación u odio, sino de expresar con veracidad lo que la Palabra explica respecto de los comportamientos humanos que ofenden a Dios, que son pecado. Se trata de no engañar a nadie y decirle la verdad a todos, que "la paga del pecado [cualquier pecado] es muerte" (Rom 6:23, énfasis agregado). Y decirles como Dios nos mostró su amor, "en que siendo aún pecadores, Cristo murió por nosotros" (Rom 5:8).

Y es que, dejar de llamar pecado al pecado, es equivalente a ver, sin que nos importe, a muchas personas condenadas vagar por los pasillos de nuestros templos (y por la calle) como muertos vivientes: muertos espirituales hasta que sus cuerpos terrenales, aún vivos hoy, terminen sus días aquí.

Recuerda que un día, tú y yo, compareceremos ante el Tribunal de Cristo, ¿pondrás esta displicencia y esta falta de amor en tu cuenta?

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Imagen original de fondo: Museum Wales