Nuestra meta no es dar, sino recibir


"El cristianismo es muy fácil [de vivir] cuando solo recibes, pero se vuelve real cuando comienzas a dar. La diferencia es el amor. El amor siempre da, rara vez recibe" —Erik Raymond, pastor de la Iglesia Bíblica Emmaus en Omaha, Nebraska.

Vi esta frase que me hizo volver a pensar, por enésima vez, en la clase de cristianismo que vivimos a diario —sí, quise decir a diario, no cada domingo que la mayoría de cristianos se reúnen para obtener su cuota semanal de dos horas de koinonía y de enseñanza bíblica.

Siempre queremos llegar "a la iglesia" —como si ésta fuera el edificio— y que nos atiendan, que, si hay escuela bíblica dominical, el maestro no sea aburrido, que las bancas estén limpias, que el programa del culto sea ameno, que el coro cante afinado, que el pianista no se equivoque durante el preludio, que los himnos y cantos que se entonen sean los que me gustan, que los que me caen bien me saluden mientras que los que me caen mal no se atreviesen por mi camino, que no se les olvide darme el boletín dominical, que los hermanos no me ignoren y se acerquen a preguntarme cómo estoy, que los que me han ofendido vengan a pedirme perdón, que los que he ofendido —aunque creemos que nunca ofendemos a nadie—, me perdonen porque eso es lo correcto, que durante la semana no me molesten con solicitudes que me hagan abandonar mis planes personales y tantas exigencias que tenemos como si mis "necesidades" fueran las únicas importantes para la iglesia entera. Y así resulta que nuestra meta no es dar, sino recibir.

¡Qué vergüenza!

Y es vergonzoso no porque sea una actitud "socialmente inaceptable", sino porque pisotea la enseñanza y ejemplo de humildad que vemos en nuestro Señor Jesucristo (Jn 13:14-15; Hch 20:35), es la antítesis de la vida de los primeros cristianos (Hch 2:43-47) y va en contra de la definición divina del amor, la cual encontramos en 1 Corintios 13.

Comencemos a vivir el cristianismo como los de Antioquía, a quienes llamaron por primera vez "cristianos" por causa de su unión en Cristo y su comportamiento, pues vivían imitando a aquel a quien llamaban Señor: Cristo Jesús.

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Imagen original de fondo: Museum Wales